Con la proliferación de los llamados bioplàsticos en el mercado, hay que regular cuál es lo circuito de recogida de estos nuevos productos, la gran mayoría desechables. Si bien a los fabricantes les interesa asociarlos a la materia orgánica, los inconvenientes de hacerlo así son muchos y graves. En este artículo repasamos los motivos para decir no a la recogida de los bioplásticos con la orgánica.
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La materia orgánica es la joya de la corona de los residuos. Para empezar, porque es la fracción más importante en relación al peso. Por eso, un aumento del porcentaje de orgánica (también llamada bioresiduos) convertida en compost, tiene un impacto elevado en las cifras globales de recuperación de residuos. Además, la correcta separación de la materia orgánica mejora los procesos de tratamiento de las otras fracciones, puesto que al estar limpias de restos orgánicos, es más fácil su aprovechamiento.
Por otro lado, el proceso de reciclado de la materia orgánica es el más eficiente. En especial si el procesamiento se hace en un lugar próximo a su punto de generación (por la reducción de gases con efecto invernadero asociados al transporte), y si los restos orgánicos no contienen muchos impropios, es decir, si no incluyen elementos como plásticos o metales (por la mejora de la calidad del compost resultante).
La fracción orgánica en la nueva ley estatal
Por todo lo expuesto, y porque la normativa europea obliga a ello, la nueva ley estatal de residuos y el borrador de la catalana, hacen una apuesta firme para aumentar los índices de recogida selectiva de la materia orgánica. Y no solo esto, también se prevén medidas para fomentar el autocompostaje, tanto el doméstico como el comunitario.
Ahora bien, la nueva ley española incorpora una medida relacionada con la recogida selectiva de la fracción orgánica que puede tener implicaciones graves y no solo en cuanto a la FORM. En concreto, prevé que las entidades locales puedan recoger plásticos compostables con la fracción orgánica. Hacen falta dos requisitos, eso sí. El primero es que solo se podrán depositar al contenedor marrón los llamados bioplticos o plásticos compostables que cumplan la norma EN 13432:2000 o, atención, otros estándares europeos o nacionales. El segundo es que el ayuntamiento tiene que garantizar que la planta de tratamiento donde se procesa la materia orgánica del municipio está preparada para recibir este tipo de materiales.
La ley también recoge la posibilidad de tratar bioplásticos en procesos de autocompostaje, siempre que estos «cumplan con los estándares europeos o nacionales de biodegradación a través de compostaje doméstico o comunitario» que, atención otra vez, no son los mismos que los que se requieren para el procesamiento en plantas industriales.
8 motivos para decir no a los bioplásticos con la orgánica
Vamos por partes, porque hay muchos y diferentes argumentos para cuestionar esta medida.
1. Más complicado para la ciudadanía
A pesar de saber que la simplicidad, tanto de los mensajes como de los criterios, es clave para incentivar la implicación de la ciudadanía en la recogida selectiva, medidas como estas van en la línea contraria. No solo se le pide que se aprenda el identificador de la norma EN 13432:2000 (¿habrá que llevar una nota en el móvil?), sino que tendrá que estar al día «otros estándares europeos o nacionales». Es fácil imaginar que a gran parte de la ciudadanía de los municipios en cuestión le llegará solo un mensaje simplificado: biopláticos al marrón. De cara al autocompostaje, tampoco son buenas noticias. Una vez haya calado la idea que los bioplásticos son compostables, habrá que entrar en los antipáticos «sí pero no».
Sin olvidar que la ciudadanía tiene la costumbre de desplazarse de vez en cuando a otros municipios, para veranear o pasar fines de semana, por ejemplo. Por lo tanto, en caso de optar por acogerse a esta posibilidad que abre la ley estatal, el mensaje que tiene que transmitir el municipio tiene que ser: «aquí, los bioplásticos con el código EN 13432:2000 (y otros equiparables!), van al marrón, pero si vas a pasar el fin de semana a otro municipio, infórmate de cómo lo hacen ahí y si quieres participar en el proyecto de compostaje comunitario que estamos impulsando, el código que te tienes que aprender es este otro…». Sobran los comentarios.
La alternativa? «Los envases, con los envases» o, todavía mejor, «Los plásticos y los bioplásticos, al color amarillo». Simple y llanamente.
2. Etiquetado dudoso
Si a la complejidad del mensaje que habría que transmitir si se optara para mezclar bioplásticos y orgánica, le sumamos la falta de rigor con que las empresas utilizan la etiqueta bioplásticos o compostable, el embrollo está servido. Añadir reclamos comerciales vinculados con la sostenibilidad para aumentar ventas es una práctica habitual y poco regulada y vigilada. Por eso muchas empresas están añadiendo a sus envases y embalajes la palabra compostable o bioplástico sin que los materiales cumplan los requisitos necesarios para que la compostación se lleve a cabo con éxito en una planta industrial, mucho menos aún en compostadoras domésticas o si se abandonan en el entorno natural.
3. Puerta abierta a los impropios
Es un despropósito flagrante que la misma normativa que limita el porcentaje de impropios a los llamados biorresiduos en un 20% el 2022 y un 15% el 2027, en vez de blindar la orgánica con medidas simples y claras, deje las puertas de los contenedores marrones tan abiertas. Solo por eso ya hay que hacer un llamado a los municipios y al parlamento catalán para ignorar, en el caso de los primeros, y corregir, en el caso del segundo, esta posibilidad. De otra mado, la calidad del compuesto obtenido se verá muy resentida.
4. Perpetuación de la cultura del usar y tirar
Volviendo al mensaje que se traslada a la ciudadanía, otro efecto de abrir el marrón a los bioplàstics tiene relación con la cultura del usar y tirar. El desarrollo de estos materiales a menudo se ha presentado como la alternativa sostenible a los plásticos y la solución a la contaminación que generan. De hecho, el 75% de la producción de bioplàstico se destina a productos pensados para tener un solo uso, como envases desechables.
En la medida que la ciudadanía asocie estos materiales a los residuos orgánicos, los verá menos problemáticos y caerá en la trampa de las falsas soluciones. Así, los bioplásticos continuarán perpetuando el modelo de consumo de productos desechables, altamente ineficiente en cuanto al uso de los recursos. No olvidemos que los cultivos de productos vegetales con fines no alimentarios acaparan terrenos y agua que dejan de destinarse a la producción de alimentos para las personas.
5. Tasas justas más difíciles de aplicar
Otro aspecto sensible a tener en cuenta es que mezclar bioplásaticos y orgánica complica la implantación de un sistema justo de tasas de residuos. El modelo de recogida puerta a puerta está en expansión en Cataluña, puesto que garantiza los porcentajes de recuperación necesarios para cumplir los objetivos europeos. Uno de las ventajas que tiene en comparación con el modelo de contenedores abiertos es que permite compensar, vía tasas, la ciudadanía que se esfuerza a hacer una buena separación domiciliaria de los residuos.
Esto implica la activación de un sistema de control que pasa por identificar la presencia de impropios en las bolsas de orgánica. Esta supervisión se puede hacer de manera muy fácil, a simple vista sin abrir la bolsa, si dentro solo puede haber restos orgánicos. Ahora bien, si un municipio opta por recoger bioplásticos con la FORM, el personal responsable de las inspecciones, se verá obligado a abrir las bolsas e inspeccionar los envases para comprobar, primero, si son o no son de plástico y, en caso de que sí, identificar si son del bioplásatico adecuado.
6. Tóxicos en el compost
Además, la mezcla de todo tipo de bioplásticos y materia orgánica también puede tener implicaciones en la salud de las personas. Varios estudios científicos han puesto de manifiesto que en la fabricación de estos materiales de base orgánica a menudo se usan sustancias aditivas que suponen una carga tóxica importante, incluso más que en los envases plásticos convencionales. Nuevamente, estamos hablando de empeorar la calidad del compost, en este caso, no por culpa de impropios sino por la toxicidad de los bioplásticos.
7. Problemas en las plantas de compostaje
Hay que recordar que el inconveniente no es tan solo que en las plantas puedan llegar, por error o dejadez, plásticos y bioplásticos no adecuados. Incluso los plásticos orgánicos que están identificados como compostables o biodegradables, no siempre acaban compostándose correctamente. El procesamiento óptimo es todavía más difícil en las plantas de tratamiento anaeróbico, por el hecho que las temperaturas alcanzadas durante el proceso y el tiempo de residencia son menores que en las plantas de compostaje, donde se hace un tratamiento aeróbico.
También hay otro aspecto técnico a considerar. Las plantas de compostaje no disponen de tecnología que les permita separar los envases plásticos de los bioplásticos. Si bien es relativamente fácil separar los envases que llegan mezclados con la materia orgánica, el proceso se complica si hay que diferenciar entre plásticos y bioplásticos. Parece lógico que sean las plantas de tratamiento de envases, preparadas para clasificar varios tipos de materiales, las que incorporen la tecnología necesaria para discernir los que son de bioplástico del resto.
8. Más costes para la ciudadanía
El punto anterior tiene relación con el último argumento, pero no por eso menos importante, para oponerse a la recogida de los bioplásticos con la FORM. Esta medida supondría, de nuevo, una externalización de la responsabilidad de los productores, puesto que los costes de la gestión de la fracción orgánica los asumen las entidades locales. Pero son las empresas que ponen los productos al mercado las que tendrían que asumir el 100% de los costes de gestión y tratamiento de los residuos que genera su actividad. Por mucho que los productos se consideren compostables o biodegradables.
Por eso, en caso de que, a pesar de todo el que se ha dicho hasta ahora, esta opción se incorporara a la nueva ley catalana, habría que establecer de forma precisa qué sistema se desarrollaría para que fueran los productores de envases los que asumieran todos los costes derivados de la gestión de sus productos procesados con la orgánica.
Los envases, al contenedor de envases
Por todo ello, la mejor medida para acabar con la confusión que la proliferación de envases de bioplástico ha generado entre la ciudadanía no es abrir los puertas de las plantas de procesamiento de orgánica a los bioplásticos. Al contrario. Permitir la recogida de los bioplàsticos con la orgánica es un error. Hay que proteger la recogida de materia orgánica y derivar todos los envases de bioplástico hacia la fracción de plásticos y metales.
Es el sistema que permite dirigir un mensaje más claro a la ciudadanía, que garantiza un compuesto de más calidad y que facilita una distribución de los costes más justa.
18 de mayo de 2022