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La salud, mejor sin plástico (4): Los aditivos del plástico que afectan la salud humana

Desde la irrupción del plástico en nuestras vidas (1950), este material derivado del petróleo y el gas se ha hecho prácticamente omnipresente. Es obvio que algunas de sus características tales como la flexibilidad, durabilidad, ligereza y especialmente su bajo coste económico (sobre todo para sus productores y distribuidores) han hecho que se impusiera como sustituto de todo tipo de materiales.

Cuando el plástico apareció lo hizo como punta de lanza de un nuevo concepto impensable hasta entonces: el usar y tirar. Aparecían así los primeros productos de plástico desechable como una opción moderna que permitía una liberación dentro de la familia. La revista LIFE Magazine de entonces publicaba un artículo llamado “Throwaway Living” que celebraba el nacimiento de esta nueva sociedad y presentaba un abanico de productos a un precio muy reducido.

Desde su aparición se calcula que se han producido 9,2 billones de toneladas de plástico -sobre todo de productos y envases desechables- y casi la mitad de este se ha generado durante los últimos veinte años. Un dato que nos debe invitar a reflexionar es que de todo el plástico que se ha llegado a generar menos de un 10% se ha reciclado, es decir, la mayor parte se ha vertido, quemado o abandonado al medio ambiente (mares, océanos, bosques…).

El punto de inflexión que ha hecho que el plástico se haya convertido en uno de los problemas ambientales actuales más referenciados, ha sido la incapacidad de frenar un sistema de producción y distribución que ha fomentado su uso desproporcionado y externalizado los costes ambientales y económicos hacia las personas y el medio ambiente. Actualmente, el 40% del plástico mundial que se produce se convierte en un residuo en menos de un mes.

El petróleo se convierte en plástico gracias a la división de las moléculas que se combinan en polímeros de cadenas largas, a la mezcla con productos químicos y a la aplicación de presión y calor. Para dar al material las características deseadas, se añaden varios aditivos: absorbedores de luz, antiestáticos, estabilizantes, lubricantes, pigmentos, plastificantes, etc. Por ejemplo, hay plastificantes que convierten el PVC rígido en la película flexible que forman las piscinas, compuestos fluorados que impregnan las chaquetas impermeables o sustancias bromadas que sirven como retardantes de llama en electrodomésticos y muebles.

De media, los productos plásticos contienen aproximadamente un siete por ciento de estos aditivos, muchos de los cuales son perjudiciales para la salud porque se liberan gradualmente y se acumulan en la comida o bebidas, en el aire de establecimientos o en el polvo doméstico.

Precisamente para visualizar estos impactos desde Rezero hemos realizado una analítica a 20 líderes de opinión del mundo de la cultura, el deporte, la ciencia y la medicina para detectar la presencia en orina de metabolitos plásticos tales como ftalatos y bisfenoles derivados de la plastificación de nuestra alimentación. Los resultados son fulminantes: el 100% de la muestra (yo incluida) hemos dado positivo con una media de 21 sustancias detectadas.

La creciente sensibilidad hacia este problema tiene que resultar en un punto de inflexión que nos permita materializar la reducción efectiva del plástico de usar y tirar. Ahora más que nunca necesitamos de la responsabilidad de todos los agentes sociales y económicos para hacer frente a este infarto del plástico. Desde la administración con la transposición de la directiva europea de plásticos desechables y la aprobación de una futura ley de residuos catalana basada en la prevención y el uso eficiente de los recursos; desde el sector productivo y de la distribución apostando por la desplastificación de los alimentos y garantizando que todo aquello que se pone en el mercado sea reutilizable, reparable, recuperable y reciclable; y desde la ciudadanía adoptando prácticas de consumo consciente, utilizando elementos reutilizables a la hora de ir a comprar, adquiriendo productos durables, de bajo impacto ambiental y de proximidad y exigiendo nuestro derecho a consumir sin generar residuos.

La evidencia de que el actual modelo económico es insostenible, las afectaciones a nuestra propia salud que este provoca y la situación de emergencia climática que vivimos hacen necesario que actuemos todos juntos de forma rápida, solidaria y efectiva para avanzar en la transición hacia la sociedad residuo cero.